AUGUSTO MACHADO
(Primera Parte)
11/25/20252 min read


“Les juro que dañaré, insultaré y quemaré este jodido barrio. Los que me pisotearon estarán en la mira y nunca olvidaré a los que mal me hicieron ¡Malditos sean!”. Éstas fueron las palabras de Augusto Machado Vásquez, quien recogía las botellas del barrio. Augusto ni siquiera recordaba la razón por la cual discutía con los hombres que estaban sentados en el colmado de Apolinar. Éste sólo veía cómo estos hombres se reían y se burlaban de él. Ellos pensaban que Augusto estaba totalmente loco, pero Apolinar no se podía explicar a sí mismo dónde Augusto había aprendido a hablar tan perfectamente. Un día Augusto llevaba en una carretilla siete botellas (Cinco grandes y dos pequeñas), y de pronto comenzó a romperlas todas en una pared sin explicación alguna, luego recogió todos los vidrios e intentó venderlos, pero era obvio que no se los comprarían. Augusto dormía debajo del puente y casi todas las noches se entristecía mirando la vieja pulsera que le había quedado como recuerdo de su madre. A veces salía a mendigar algo para comer cuando no encontraba nada en los zafacones. Una noche Augusto decidió ir a buscar botellas en las aceras y sucedió algo sorprendente. En una esquina de la calle había aproximadamente setecientas botellas y Augusto no lo podía creer, todo parecía un sueño. Augusto soltó su carretilla y muy feliz corrió hacia aquella esquina. Un carro estuvo a punto de atropellarlo, pero éste siguió corriendo como si no hubiese pasado nada. Cuando estaba llegando a la esquina escuchó una voz que decía: “¡Augusto, Augusto!”, éste no hizo caso y continuó, pero la voz también insistía, y aunque esta voz le parecía conocida, Augusto quería llegar hasta donde estaban estas botellas con bastante ansiedad, pero cuando finalmente llegó al lugar y estando sus manos muy cerca de tocar esas botellas Augusto abrió sus ojos y estando acostado en su hermoso colchón escuchó a Apolinar Mendoza (Encargado de los asuntos internos de Augusto y mano derecha de éste), que le decía: “¡Augusto, Augusto!, levántate de la cama, toma un baño, vístete y sal afuera, pues los inversionistas y funcionarios te esperan para celebrar el triunfo”. Augusto contestó: “Ok Apolinar, diles que estaré listo en veinte minutos”. Mientras Augusto se duchaba pensaba profundamente en su sueño y se sentía muy raro. Era un sentimiento que pocas veces había palpado en su vida. Finalmente, Augusto salió a la sala y de pronto todos allí lo recibieron diciendo: “¡Felicidades señor presidente!”, con muchos aplausos y un banquete espectacular. Augusto reía y saludaba a todos en la sala, pero algunas ráfagas de aquel sueño invadían la cabeza de Augusto. De repente Apolinar pidió silencio en la sala y dijo: “Les tengo una sorpresa. En este video les mostraré las últimas palabras de nuestro excelentísimo señor presidente el día del cierre de campaña”. Las últimas palabras de aquel discurso fueron las siguientes: “Les prometo que cuidaré, protegeré y amaré este país. Los más necesitados serán nuestro principal objetivo y siempre recordaré las figuras heroicas que dieron todo su corazón por este pueblo ¡Dios los bendiga!”.
Mario E. Hidalgo J.
